Según la definición de la Real Academia Española el ruido es un «sonido inarticulado, sin ritmo ni armonía y confuso», sin ahondar en los decibles ya que un ruido de baja potencia de todas maneras puede ser molesto, indeseado, inoportuno o desagradable. Sin embargo, pueden existir ruidos que son tolerables para nuestros oídos (y los oídos en general de todo ser viviente), pero hay otros que nos provocan daño y es justamente a esos a los que nos vamos a enfocar.
El decibel (dB) es una unidad que se utiliza para expresar la relación entre dos valores de presión sonora (en nuestros tímpanos) y potencia eléctrica. El carácter logarítmico de esta magnitud hace que un aumento lineal de decibelios supone un aumento exponencial del ruido por lo que 20 dB es 10 veces más potente que 10 dB (no es lineal). Para que nos hagamos una idea de la intensidad de decibles en la vida diaria les mostramos la siguiente tabla:
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el valor máximo recomendado al que le llaman «límite seguro» es 65 dB que como ejemplo podemos tomar el ruido de la aspiradora. Más allá de eso, los ruidos son perjudiciales para nuestra salud ya que por ejemplo un sonido superior a 85 dB supone un riesgo de pérdida auditiva si se repite en el tiempo, por lo que el uso de protección auditiva se hace absolutamente necesario si nos vemos enfrentados a esos niveles diariamente. Tener en cuenta que por encima de 100 dB existe un riesgo de pérdida inmediata!! Por tanto se recomienda no estar más de un cuarto de hora al día con ruidos de 100 dB y si hay 110 dB (recordar que no es lineal), no deberíamos exponernos más de 1 minuto. Quizás con esto vamos a pensarlo dos veces antes de asistir a un concierto cerca de los parlantes…
Y eso que si nos quedamos solo ahí, estamos siendo demasiado ciegos frente al ecosistema en que vivimos. Es que nosotros como especie humana somos inconscientes de nuestros impactos a nivel ambiental y más aún en términos de ruidos. En el 2017, la Revista Science publicó que el 63% de las áreas naturales protegidas de EE.UU. registran ruidos de origen humano que duplican el volumen de los sonidos de la naturaleza y peor aún: un 21% de estas áreas el nivel del ruido multiplica por diez los niveles naturales!!! ¿Qué implica esto? Que por ejemplo los animales que pueden oír, reducen su capacidad auditiva en los mismos factores provocando un desequilibrio en el ecosistema que puede ser nefasto! Por ejemplo, los sonidos de apareamiento se han tenido que ajustar y eso ha hecho que la tasa de reproducción haya bajado en varias especies de aves e incluso ranas o que los sonidos que emiten los cetáceos para navegar, comunicarse y cazar se hayan visto afectados a tal magnitud que sus comportamientos son completamente distintos en zonas militares donde se tienen sonares o en zonas de extracción petrolera debido a la utilización de cañones de aire que impactan en un radio de cientos de kilómetros.
Cualquier desequilibrio ambiental produce un efecto en cadena que desestabiliza la perfecta armonía de la naturaleza. Los ruidos que provocamos, asustan a varias aves que ya no anidan cerca de especies de arboles que se favorecían de ellas para la propagación de sus semillas. Esto afecta a que lleguen por ejemplo roedores a comerse las semillas e impacta directamente en que esa especie no se podrá seguir reproduciendo de la misma forma.
Para qué hablar de las distintas sensibilidades auditivas en los animales. Un claro ejemplo son los perros que tienen un sentido auditivo mucho más sensible y por tanto el nivel de ruido en la escala de dB es mucho más irritante para ellos en menores magnitudes. Es por ello que los Fuegos Artificales que para el ser humano parecen tan fascinantes, para ellos son lo peor que pudimos haber creado. Son 140 dB que afectan directamente los tímpanos no solo de los perros sino que de una cantidad de especies considerable… y de paso a nosotros mismos ya que recuerden que afecta a toda la cadena del ecosistema en que vivimos.
¿Qué hacemos entonces a nivel país? Debemos comenzar a regular. Numerosos estudios afirman que el tránsito vehicular es responsable de más del 70% del ruido ambiental en una ciudad y que el 50% de las denuncias ambientales recibidas por la Superintendencia del Medio Ambiente corresponden al contaminante ruido, siendo los locales nocturnos los que se llevan la mayor cantidad de denuncias. Para la OCDE los estándares a nivel diurno son 65 dB como tope y a nivel nocturnos son 55 dB, por lo que los invitamos a medir los ruidos en su hogar y ver si cumplen estos parámetros. Aunque la respuesta es clara cuando vemos las estadísticas: por ejemplo en el Gran Santiago, el 29% de la población se encuentra potencialmente expuesta durante noche a niveles de ruido inaceptables y el 71% de los establecimientos educacionales se encuentran en zonas que presentan niveles de ruido inaceptables durante el día. ¿Cuándo tomaremos consciencia?
Como país nos cuesta bastante «sacar leyes» y cuando estas existen hay muchos que no las cumplen. No es novedad que el sistema judicial no funciona bien y es por ello que nosotros como comunidad, debemos estar atentos y ser conscientes para cuidarnos no solo a nosotros como seres individuales si no que a nuestro hábitat llamado Tierra. Por ejemplo, el artículo 74 de la Ley de Tránsito dice que se prohibe en las zonas urbanas el uso de la bocina y solo se puede usar para prevenir accidentes y además el artículo 77 de la misma Ley indica que los vehículos con motores de combustión interna no podrán transitar con escape libre e irán provistos de un silenciador eficiente. Apuesto que muchos de ustedes ni sabían esto y ven constantemente cómo motocicletas y automóviles utilizan estos aparatos sin tener ninguna consciencia de su impacto. Lo mismo abarca para La Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones en donde se habla sobre la arquitectura y construcción en términos de aislación acústica tanto para fines habitacionales como comerciales.
Hagámonos cargo nosotros como ciudadanos de respetar no solo a nuestra especie, sino que a la naturaleza que nos acoge día a día. Ya que sin su cuidado, no tendremos otro resultado que dejar desprovista a las futuras generaciones (e incluso a la nuestra) de las acciones reparadoras que pueda ejercer la Madre Natura en contra de quien la está aniquilando.
Tomás Lasnibat
@ChileHuerta