En una sociedad que comenzaba a tomar consciencia de la creciente dependencia mundial del petróleo para la generación de alimentos, semejante experiencia caló hondo y generó (y continúa haciéndolo hoy) una enorme motivación en mucha gente que buscaba caminos hacia la sostenibilidad. Fukuoka, que nunca antes había salido de Japón, comenzó a recibir invitaciones y a recorrer el mundo. Lo que vio en estos viajes le produjo una impresión inequívoca y terrible: La Tierra se está convirtiendo en un desierto a causa de la acción humana. Masanobu Fukuoka dedicó los últimos 30 años de su vida a una nueva obra, Sembrando en el desierto, y se entregó por completo a la causa de la regeneración de la Tierra.